Aristóteles

 

Aristóteles

El siglo IV a.C. se caracteriza por una sacudida política en la Grecia de Platón. Esta sacudida no fue solo política, pues en el terreno de la filosofía también vemos un cambio de paradigma ejercido por Aristóteles, que hará temblar los cimientos de la filosofía Platónica, pese a que este fue su maestro. Aristóteles da lugar a una filosofía innovadora, que se alza en contra del sistema de pensamiento platónico.

Nació en Estagira, quince años después de Sócrates, y iniciará su periplo filosófico en la academia de Platón, donde permanecerá 20 años (primero como alumno y después como compañero de Platón). Aunque su pensamiento es innovador, la filosofía de Aristóteles puede interpretarse como una renovación de la teoría de su maestro, con quien, pese a sus diferencias ideológicas y filosóficas, guardaba una buena relación. Aristóteles fundó una escuela en Atenas llamada el Liceo, donde se estudiará matemática, botánica, biología, lógica, matemáticas, economía… Este filósofo ejerció también como tutor personal del emperador macedonio Alejandro Magno durante varios años.

La filosofía Aristotélica es excepcionalmente prolífica, y abarca una multitud ingente de temas que aborda con gran precisión terminológica. Este vocabulario tan técnico raras veces explicados y la organización aparentemente asistemática dificulta en gran manera la lectura de su obra, lo que hace dudar a los estudiosos de Aristóteles si realmente su obra fue escrita por el propio Aristóteles, o si no es en realidad una recopilación de los apuntes que los alumnos de Aristóteles recabaron en el Liceo. Una posible taxonomía de los trabajos de Aristóteles es la siguiente:

-Ciencias teóricas: son las que buscan el conocimiento en sí mismo, donde encontramos la metafísica, la física y las ciencias especiales (física, meteorología, biología…).

-Ciencias prácticas: son aquellas que se ocupan de la manera adecuada de dirigir la acción humana (praxis) tanto a nivel individual como social (ética y política).

-Ciencias productivas: aquí se encuentran aquellas referentes a los oficios y creación de artefactos (medicina, construcción de barcos, teatro, música, comedia…).

Pese a que Aristóteles fue el gran lógico de la antigüedad, la lógica no se encuentra en ninguno de estos grupos, y esto se debe a que la lógica no será una ciencia, sino el marco teórico que posibilita que el conocimiento de cada una de estas ciencias se produzca.

Aristóteles da un giro de 360º a la cuestión sobre “el ser”. Para los autores anteriores más influyentes, el ser era, o bien idéntico a sí mismo (Parménides) o bien totalmente equívoco y cambiante (Heráclito). Aristóteles propone una tercera vía, una intermedia entre estas dos posturas confrontadas y es que el ser es común a todo lo que es, pero no se aplica a todas las cosas de la misma manera. Es por ello que el ser no es ni idéntico ni equívoco, sino que es análogo.

El estudio del ser constituirá la fuente de la Filosofía primera, que posteriormente será llamada metafísica. Esta asignatura, estudia al ser en cuanto a aquello que todo lo que existe tiene en común, como aquello que posibilita la existencia, y llegará a la conclusión de que, si bien todas las cosas existentes poseen el ser, no todas lo hacen en el mismo grado, o poseen el mismo ser, ya que “el ser se dice de muchas maneras”. Este estudio del ser lleva a Aristóteles a diferenciar el uso del ser, por un lado, de modo atributivo, y por otro de modo existencial, dando lugar así a los entes, por un lado, y a las características accidentales que pueden predicarse de estos por otro. Las distintas formas de predicar una cualidad de un ente recibirán el nombre de categoría, mientras que aquello de lo cual se predican los distintos atributos pasaremos a denominarlo sustancia.

Aristóteles define el ser como “aquello que existe en sí y por sí”, y esto le lleva al estudio de los entes particulares y materiales, ya que este “ser” no existe separado de los entes materiales, sino que es común a todos ellos, lo cual le hará entrar en confrontación con su maestro Platón. Para entender mejor como Aristóteles concibe la ontología, conviene definir aquello que entiende por sustancia, y los tipos de este que establece. Para Aristóteles la sustancia (Ousía) es aquel ser que es independiente de todos los demás seres, y que posee movimiento y existe por sí mismo. Es aquello de lo cual se puede predicar algo y que se mantiene constante pese a todos los cambios que acontezcan. Pero este ser posee a su vez dos sustancias, una sustancia primera y una sustancia segunda. La sustancia primera o Proté Ousía es el ente material concreto, formado por una materia única a sí misma, concreta y delimitada, separada del resto de especies y géneros. Por otro lado, la sustancia segunda o Deutera Ousia podemos considerarla como aquello forma común, universal a la especie o género a la que pertenece, o de la que se predica el ente material. Esta forma, no existe de manera ajena al individuo, sino que existe en el ente como aquello que lo define. Para Aristóteles, toda sustancia será por tanto la unión de materia (aquello de lo que está conformado) y forma (aquello que lo define bajo una especie). La forma jamás puede cambiar a no ser que el ente desaparezca, pero sí puede cambiar su materia, ya que esta tiene la capacidad de darse con diferentes modificaciones accidentales, que, pese a que varían al ente, no modifican su esencia o forma.

La teoría que esta concepción del ser instaura, recibe el nombre de hilemorfismo, y dará a juicio de Aristóteles, una mejor explicación epistemológica que la de su maestro Platón. Platón defendía que la esencia real de las cosas habitaba en un mundo supraterrenal. Esta concepción lleva a argumentar que, si los objetos sensibles eran deficientes, se ha de producir un desdoble de la realidad, una relegada a lo sensible, múltiple y degradado, y otro propio del verdadero conocimiento uniforme y absoluto. El problema es que esto distanciaba ampliamente los objetos del mundo de la posibilidad de un conocimiento verdadero, y convertía el movimiento y el cambio en una diferencia insalvable. Frente a esta concepción, Aristóteles supone que las esencias de las cosas se encuentran en el interior de esas mismas cosas, y no desdobladas en otra realidad. De este modo, cada ente es propietario de su propia esencia, que le permite desarrollarse hasta su máxima potencia, y constituye parte esencial de su propia naturaleza.

Parménides, fue el primero en negar el movimiento y el cambio por medio de su concepción del ser, ya que, para él, el cambio es el No-ser. Aristóteles, si bien se ve influido por la concepción de ser de Parménides ya que acepta que lo que algo es no puede dejar de serlo, si que admite la posibilidad de cambio o movimiento dentro de esta esencia en algunos casos.  Esto lo hace mediante la introducción de dos términos, los de acto y potencia, que permitirán que la esencia del ser no se modifique, pero que admita la posibilidad de que en un futuro esa esencia se desarrolle hacia algo que ya está contenido en sí misma.  Este movimiento de la esencia será aquello que define como ser en acto y ser en potencia, poniendo el ejemplo de una semilla, que si bien no es un árbol en acto, sino una semilla, tiene la capacidad potencial de pasar a ser un árbol en un futuro, sin que ello destruya o contradiga de manera alguna su esencia o deutera ousía. De este modo, para Aristóteles en todo ente existe, por un lado, aquello que ya es, y por otro, la posibilidad de que sea aquello que aún no ha llegado a ser, su ser en potencia. Entenderá además que existen dos tipos de potencias, dando lugar a las potencias activas y las potencias pasivas. Las potencias activas serán aquellas facultades de producir una acción o efecto en el mundo u otros entes (por ejemplo, el fuego tiene la potencia de quemar), mientras que las potencias pasivas serán las capacidades que un ente posee de pasar de un estado a otro como consecuencia de la acción de otro ente que posee potencia activa (por ejemplo, la leña tiene potencia pasiva de ser quemada por el fuego).

El acto para Aristóteles se produce cuando algo que posee potencia activa actúa, poniendo en práctica esta capacidad potencial activa, y esta puede desarrollarse hasta su grado sumo, llegando a la Enthelequia, por medio de la energeia, entendiendo esta última comoel hecho de poner en práctica la potencia activa. La actualización del ser hasta su propia realización en “ser en acto” de todo aquello que tenía potencia de ser, es a lo que llamará enthelequia, alcanzar la perfección aquella de la que la esencia era capaz, momento en el cual la forma y la materia coinciden, habiendo alcanzado toda la perfección y desarrollo de la que esta era capaz. 



Al igual que Platón, Aristóteles también dedica gran tiempo a meditar sobre la conducta moral y la praxis humana, de la que dirá que, al igual que la de todos los seres vivios, siempre responde a la búsqueda de un fin deseado. Para Aristóteles, una acción será por tanto buena en función de su capacidad para conducirnos correctamente hacia el fin para el que esta fue diseñada. Estos fines, pueden ser de dos tipos. Por un lado, tenemos los fines medios, aquellos que están orientados al cumplimiento de un fin distinto del fin de la acción que van a cumplir directamente (por ejemplo, el fin de tomar una medicina, es sanar el cuerpo, pero el fin medio de la acción es el de ingerir el jarabe). Por otro lado, tenemos los fines últimos, aquellos que nos están condicionados al cumplimiento de un fin ajeno a sí mismos, que no se dan en función de ningún otro motivo que su propia consecución, y que son resultado de una actividad continuada en el tiempo. Para Aristóteles, la eudaimonía ocupa un lugar central en la actividad del ser humano, y se define como el fin propio del hombre, consistente en el desarrollo de la razón y el ejercicio del estudio y el conocimiento acorde a la virtud propia del ser humano que le proporcionará la felicidad. Todos los hombres estamos orientados hacia la consecución de la felicidad, y es por ello que deseamos una vida que nos conduzca a ella, aunque el problema resida en que no exista consenso al respecto de que es realmente la felicidad. Algunos hombres, la interpretan como la necesidad de riqueza, otros como una vida llena de placeres, y otros con una vida llena de gloria y grandeza. Para Aristóteles toda esta gente está equivocada, pues la riqueza, si bien es un instrumento para alcanzar la felicidad, no es la felicidad en sí misma. Aquellos que creen que la felicidad nace de los placeres, haría bien en cuidarse de los placeres malsanos, pues estos no llevan a la felicidad. La gloria, por su parte, es algo buena, y por ello se busca, pero no es en sí la felicidad tampoco. Para el filósofo estagirita, la virtud será aquella función propia de cada ente, cuando este la realiza de forma perfecta, por ejemplo, cuando un cuchillo se usa para aquel fin para el que fue diseñado (cortar). En este sentido, el hombre conseguirá la felicidad cuando este se dedique a aquello en lo que pueda desarrollar todas las habilidades que le son dadas en su género, desarrollándose en su bien propio, y convirtiéndose en un hombre virtuoso. Pero si las acciones que desarrolla este hombre le alejan de su pleno desarrollo, las acciones no le conducirán a la virtud, sino al vicio. Para Aristóteles, la virtud (arethé), es una disposición o hábito, y ha de desarrollarse de manera permanente y continuada en el tiempo, orientándose hacia su propio bien. Hace aquí Aristóteles 3 distinciones de tipos de alma:

1.     Alma vegetativa: propia de las plantas, y que nos dota de las capacidades básicas de nutrición crecimiento y reproducción.

2.     Alma sensitiva: propia de los animales. Incluye el conocimiento sensible, el movimiento y los apetitos.

3.     Alma racional: Propia únicamente de los hombres. Dota a los seres de conocimiento racional y entendimiento. Así como de voluntad propia. Al ser esta el alma característica de los humanos, estos hallarán la virtud y la felicidad en desarrollar esta capacidad, desarrollando por medio del ejercicio racional su virtud, y por tanto su felicidad. 


 

 

 

 

 

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