Esbozo de las diferentes concepciones de "verdad"

 

La verdad

Comúnmente usamos un término sumamente complejo como lo es el de verdad de manera indiscriminada y la mayoría de las veces sin tener una definición clara de a que llamamos verdad. Generalmente podría decirse que aludimos a la verdad cuando aquello que pensamos se corresponde con aquello que acontece en la realidad, pero este término en apariencia simple ha sido objeto de gran debate a lo largo de la historia de la filosofía, tanto directamente, como por verse en entredicho por las implicaciones que los sistemas de diversos autores arrojaban sobre este concepto. Es por esto que parece bastante oportuno dedicar una entrada de este blog a este concepto y su discusión por parte de distintas escuelas para que cada cual pueda reflexionar la validez o sentido de su afirmación la próxima vez que diga “esto es verdad”.

El problema es que el concepto de verdad no es un concepto simple, sino que es un concepto complejo que alude a relaciones entre otras nociones complejas como lo pueden ser la de realidad, sujeto y mundo, y las relaciones de causalidad y veracidad que se dan entre estas. Por tanto, para comprender los distintos significados de verdad deberemos a su vez comprender las distintas cosmovisiones que explican no solo el concepto de verdad sino las relaciones entre otras nociones complejas de las que esta se extrae en diversas situaciones.

 

La verdad como Correspondencia

La primera noción de verdad que explicaremos en esta entrada es la de la verdad entendida como correspondencia por ser la más común que las personas parecen usar en su vida cotidiana, además de la más antigua dentro de la historia del pensamiento, y la más intuitiva a primera vista. Esta teoría sostiene que una proposición será verdadera si y solo si esa proposición se corresponde con los hechos o la realidad del mundo externo, es decir, con los hechos empíricos. Por tanto, esta verdad tendrá su valor de verdad o falsedad en dependencia de la relación que la proposición enunciada guarde con el mundo, lo que implica que hay una realidad objetiva externa al sujeto de la cual depende que la proposición sea o no cierta. Por sus implicaciones, esta idea de verdad entrará en conflicto directo con teorías solipsistas o que niegen la capacidad del sujeto de tener un conocimiento cierto y verdadero del mundo externo. Sostener esta idea de verdad nos hará por lo tanto tener una marcada concepción ontológica del mundo y de las posibilidades epistemológicas por parte del sujeto, ya que, nos obliga a pensar en una realidad en la que no solo existe una realidad externa al sujeto, sino que aun en el caso de que esta exista, además deberá ser cognoscible e identificable con las proposiciones enunciadas por este. Pero incluso asumiendo estas premisas y dándolas por ciertas nos encontramos con más dificultades para aceptar este tipo de verdad, ya que para ello tendremos que definir claramente lo que es el “hecho” con el que la proposición a la que hace referencia ha de validarse. Definir lo que es un hecho no es tarea simple, por lo que muchos autores lo han definido de manera negativa, esto es, definiendo lo que no es un hecho. No será por tanto un hecho un idea, formulación teórica o las entidades que conforman el mundo tales como los objetos que simplemente son dados y existen sino que un hecho se articulará en la realidad del mismo modo en que una proposición se articula dentro de la mente del individuo, lo cual nos lleva a una reduplicación del problema de definición y una circularidad lógica al solo ser verdad las proposiciones mentales que sean verdad en la realidad material.  Esta circularidad y reduplicación del problema ha llevado a muchos pensadores a considerar que no existe una realidad externa con la que validar nuestras proposiciones mentales, y que, por tanto, este tipo de concepción de verdad no es válido ya que se basa en unas premisas epistémicas y/o ontológicas erróneas.

 

La verdad como Coherencia

Para dar una respuesta a los problemas que encontramos en la teoría de la verdad como correspondencia al considerar los problemas ontológicos que conlleva, surge otro modelo de verdad, y este es el de la verdad como coherencia, que nos dirá que una proposición es verdadera si y solo si es coherente con otras proposiciones dentro de un mismo sistema de creencias. Esta ingeniosa definición nos aleja del problema ontológico de la verdad como correspondencia, ya que ahora nos será irrelevante el mundo externo al sujeto o si podemos o no conocerlo verdadera y ciertamente, y solo importará que el conjunto de proposiciones que consideramos cierto creando un sistema no entren en contradicción entre sí. Esta teoría de verdad es una teoría de verdad que hace referencia a la verdad interna de los sistemas, y permite la coexistencia de distintas verdades que podrían suponer verdades antagónicas siempre que se hallen cada una dentro de dos sistemas distintos y coherentes al mismo tiempo. Por lo tanto, no habrá una única verdad referente a una realidad externa, sino que habrá tantas verdades inherentes a cada sistema como sistemas carentes de contradicción existan. Esta concepción de verdad es una interesante prestidigitación lógica para evitar los problemas que supone la concepción previa de verdad como correspondencia, pero las críticas que se le pueden formular a este nuevo modelo resultan evidentes: Un conjunto de proposiciones falsas puede generar un sistema de proposiciones verdaderas internamente, dando lugar a proposiciones que no entren en contradicción con el resto de proposiciones del sistema, pero que, sin embargo, no resulten verdaderas. Por ejemplo, yo puedo concebir un sistema de creencias y proposiciones en el que la tierra sea plana y el centro del sistema solar, y que estas no entren en contradicción entre sí, sin embargo, yo no puedo caer por el borde de la tierra ya que este no existe. Por tanto, si bien la coherencia interna es una condición necesaria para la veracidad de las proposiciones de un sistema, esta no es condición suficiente para que esas proposiciones sean ciertas y verdaderas, ya que hace falta referir a algo externo a ellas mismas, lo cual nos vuelve a llevar al punto de partida, el de la verdad como correspondencia, y relegándonos a su vez a los problemas ontológicos y epistémicos que esta conlleva.

Tarski

Las paradojas lógicas que producen los conceptos de verdad como correspondencia o como adecuación han llevado a seguir cuestionando el concepto de verdad hasta tener una definición y teoría a cerca de lo que consideramos verdad más sólida. Uno de estos intentos por lograr una teoría más sólida es el de Tarski, quien trata de basarse en la lógica para dar lugar a una definición adecuada de verdad, ya que consideraba que los conceptos oscuros y complejos en los que se basan las teorías coherentistas y adecuacionistas tales como mundo o conocimiento llevan a razonamientos erróneos por medio de enredos al manejar conceptos tan oscuros, y esos errores en las definiciones de los conceptos base para la teoría de verdad acaban contagiándose a la propia noción de verdad. En “The Semantic Conception of Truth” Tarski nos muestra que una definición correcta de verdad ha de cumplir dos condiciones necesarias, a saber, las de ser materialmente adecuada a la par que formalmente correcta. Esto se produce solo al definir y distinguir dos tipos de lenguajes, por un lado, el lenguaje objeto, que será aquel para el que se define un concepto de verdad, y a su vez un metalenguaje en el que esté completamente definido ese concepto de verdad y que abarque al lenguaje objeto que quedó definido en primer término. Mediante esto trata de unir la verdad como correspondencia y como adecuación, ya que la adecuación material necesaria de esta verdad hará que las proposiciones solo sean ciertas si las proposiciones “P” efectivamente se corresponden con una realidad material p. Por otro lado, la necesidad de una adecuada corrección formal entre lenguaje objeto y metalenguaje nos permite tener la solidez sistémica de la verdad coherentista, que permitirán establecer la diferencia entre afirmaciones verdaderas y verdaderas afirmaciones. En base a estas premisas, podemos dar ya un resumen de la noción de verdad que propone Tarski, y esto es que las proposiciones no son en sí mismas ni verdaderas ni falsas, sino que se verán o no satisfechas por unos objetos materiales y de manera contraria por otros. Por lo que tendremos un lenguaje coherente y lógicamente articulado que tendrá que ponerse en relación con los objetos del mundo para comprobar que objetos efectivamente satisfacen la proposición enunciada. Esto será aplicable para el caso de oraciones abiertas, en las cuales una proposición P tal como “x es blanca” será satisfecha cuando la variable x cumpla la proposición p, por ejemplo, la variable “nieve” verá satisfecha la proposición p, no así como una manzana roja. Por otro lado, las proposiciones cerradas serán las únicas que sí que podrán ser calificadas de verdaderas o falsas, ya que estas proposiciones se caracterizan por no tener variables, sino nombres de objetos concretos y definidos o en todo caso, un rango de variables perfectamente delimitado y cuantificado de modo que absolutamente todas satisfagan la proposición p. En caso de que todas las variables posibles satisfagan la proposición, estaremos ante una proposición cerrada verdadera, mientras que en el caso contrario estaremos ante una falsa. Tarski por tanto nos desglosa el problema en dos situaciones distintas, una para las oraciones abiertas en las que la verdad y la falsedad no serán propiedades de la afirmación sino que dependerán del contexto y la interpretación de la oración en función de las variables, y una segunda situación en el que teniendo definidas todas las posibles variables estas satisfagan o no en todos los casos la proposición, siendo que solo podrán ser catalogadas como ciertas aquellas proposiciones cerradas para las cuales toda entidad que pueda tomar la forma de la variable vea siempre satisfecha la proposición p.

 

Deflacionismo

Esta postura que tiene como máximo exponente a Paul Horwich realiza una taxonomía a lo largo de la historia de la filosofía que da lugar a dos grupos diferenciados según sus definiciones a cerca de la noción de verdad, los inflacionistas y los deflacionistas. Para Horwich las definiciones inflacionistas de la verdad se basan en un concepto substantivo de verdad, en el cual la verdad existe de forma inmanente en la naturaleza como una especie de realidad última a la cual debemos tratar de acceder por medio del conocimiento y la filosofía a la vez que hemos de tratar de dar cuenta de la manera en la que las relaciones entre verdad referencia y sujeto se mantienen. Por otro lado, nos encontramos la teoría deflacionista, que considera que la verdad carece de una naturaleza subyacente que posibilite el análisis filosófico. El propio Horwich se enmarcará dentro de esta escuela deflacionista de la verdad, considerándola como un instrumento que nos ayuda a realizar generalizaciones para realizar una potencialmente infinita cantidad de afirmaciones a cerca del mundo. Además, los deflacionistas consideran que la verdad carece de valor explicativo, ya que si la verdad no es una propiedad substantiva del mundo carece de dicha capacidad. Por lo tanto, el papel de la verdad quedará relegado a posibilitar generalizaciones que hagan del mundo una entidad más asimilable con la que operar en términos más simples en lugar de usar ingentes cantidades de datos pormenorizados. Al negar que la verdad es una propiedad substantiva, los deflacionistas evitan los enmarañamientos ontológicos y epistemológicos que acosan al correspondentismo y al coherentismo: por un lado, reducir la verdad a un instrumento lógico de generalización nos evita la penosa tarea de introducir entidades, explicar qué son y en qué consisten; y, por otro lado, eliminar de la verdad todo papel explicativo nos evita la tarea de explicar la conexión entre verdad, creencias y conocimiento.


 

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