El efecto pigmalion: Las terceras oportunidades son el camino del buen mentor

 El trabajo de un profesor es comprometido, ya que estamos influyendo de manera directa en la mente de jóvenes que tienen que enfrentarse a complejas decisiones en su vida en una época turbulenta de miles de cambios. 

Como buenos profesionales, no hemos de olvidar una cosa muy importante, nuestra necesidad de ser personales a la hora de acompañar al alumno en su etapa de formación de manera integral, y no guardar rencor. Uno de los problemas que muchos hemos sufrido y tantos jóvenes sufren actualmente es el de un profesor que nos coge manía y nos hace la vida imposible. Es evidente que hay ciertos alumnos complicados, y pueden llegar a ser crueles y hacer daño a los propios profesores, pero uno de los pilares de la personalidad de un buen profesor ha de ser la de la profunda comprensión, y una gran capacidad de gestion emocional que nos permita no acumular tanta frustración como para tener un sesgo marcado con un alumno en particular. Creo, sinceramente, que el arte de ser buen profesor consiste en creer en las infinitas segundas oportunidades, y que solo sabiendo ver el potencial de los alumnos y no sus carencias podremos ser capaces de conseguir que ellos mismos vean sus propios potenciales y sepan explotarlos.

Todos conocemos casos o hemos sufrido en nuestras carnes lo duro que es ver estigmatizado a un alumno por un profesor que le pone la etiqueta de "vago" "tonto" o "mal comportamiento". Estas etiquetas amenudo suelen desembocar en el efecto pigmalion, y convertir indirectamente al alumno en algo que no es, o transformar la vision del profesor  de modo que es incapaz de cambiar su manera de pensar. Debemos dar a los alumnos la posibilidad de redefinirse y cambiar, pero sobretodo, nosotros tenemos que pensar que es posible que lo haga, pues sino les estamos enterrando en un agujero del que no podrán salir. 

Separar la persona del profesor no es facil, y a veces diría que imposible, pero incorporar en nuestro programa autoevaluaciones propias para examinar los pensamientos que tenemos hacia cada alumno y proponernos el mes siguiente ver si en los casos negativos ese alumno se ha esforzado por cambiar podría ayudarnos mucho precisamente a evitar las consecuencias de las etiquetas o encasillamientos que sufrimos por el efecto pigmalion

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